virgo de Visanteta, El

Con el advenimiento de la democracia y la articulación del Estado en comunidades autónomas —cuyos estatutos se aprueban a partir del referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978—, se desata un torbellino de sentimientos, encontrados y contradictorios en sí: desde las reclamaciones de mayores cuotas de autogobierno por el nacionalismo radical o el independentismo, hasta la ira de los sectores más integristas por el debilitamiento del poder central. Entre un extremo y el otro, cabe un número casi infinito de posibilidades diversas: el empleo de las herramientas recién puestas al alcance de las autoridades autonómicas para la construcción de identidades colectivas cohesionadas, fieles en unos casos a la patria común, y en otros para su socavamiento; el aprovechamiento de las mismas como munición para ridiculizar los sentimientos de las comunidades individuales, o reducirlos a una condición ancilar; el intento honesto de conciliar ambas lealtades, etcétera.